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jueves, 1 de julio de 2010

CAPITULO 1. Todo final es en sí mismo el principio de algo mejor.

Entre lágrimas y desamores, entre derrotas y fracasos, entre sueños truncados y deseos sin cumplir. Así me encontraba, después de 19 años y sin estar muy segura aun de poder encontrar mi sitio en el mundo. Me he sentido a gusto muchas veces con diferentes personas, pero al quedarme sola volvía toda esa inseguridad que siempre he sentido. Siempre he pensado que como mejor te conoces es en soledad y mi inseguridad siempre estaba presente en esos momentos.

Nunca he tenido el suficiente valor para aceptarme y quererme tal como soy y siendo fiel a la verdad y aunque me duela hasta pensarlo, he de confesar que nunca lo he intentado. Últimamente siento la necesidad de quererme a mi misma tal como soy pero (si, siempre hay un pero) no sé si seré capaz.

¡Es una gran frase!: No soy capaz. Llevo media vida torturándome con frases similares a esta y empiezo a analizar el daño que he podido hacerme yo a mi misma. Es curioso como a veces puedes autodestruirte sin darte cuenta, pero es más curioso aun la capacidad que tengo para poner a todo el mundo por delante de mí. También es curiosa mi forma de concebir las críticas de otras personas como si fueran leyes científicas. ¿Por qué te importa tanto lo que piensen los demás de ti misma?
¿No me ha dado tiempo a presentarme verdad? Me llamo Alicia. Soy una chica (¿Debería decir normal? Quizás sería lo correcto o lo que quedaría bien, pero siendo completamente sincera nunca me he considerado normal). Bueno, soy una chica de 19 años, estudiante de Psicología perdida entre mil sueños y aliada a mi mala suerte. Tengo cierta facilidad para complicar las cosas y a decir verdad, he llorado tanto que a veces siento el dolor como una prolongación de mi cuerpo.

¿Qué más podría decir de mí? Soy como soy, es muy difícil llegar a conocerme realmente, pero podéis intentarlo no será fácil pero quizás merece la pena.


-10 de abril:
Era un sábado normal y corriente, bueno, tampoco era tan normal a decir verdad. Era semana santa, una semana de fiestas y yo me encontraba en mi casa. Normalmente vivo en un piso de estudiantes con dos compañeras y amigas.

Ese sábado no esperaba hacer nada fuera de lo común, no pensaba despertarme abrir los ojos y encontrar a mi lado, al chico de mis sueños, ni desayunar entre diamantes, ni comprarme un coche caro, ni nada por el estilo.

A decir verdad y ahora que lo recuerdo bien, era un sábado de primavera un tanto diferente ya que se disputaba todo un clásico del futbol español: Madrid-Barça. Aunque este acontecimiento no suponía nada para mí, para mucha gente era una ilusión, una pizca de felicidad.

Durante la semana anterior, había sufrido mucho por diversos motivos que no quiero recordar nítidamente. Nunca pensé que sería capaz de jugar con los sentimientos de una persona pero finalmente lo hice, y eso me hizo sentir un dolor que no pensé que existía. Fui consciente de lo que ocurría pero no sé exactamente por qué motivo, seguí con el juego, no supe pararlo pero no tengo ninguna excusa. Sé que siempre será uno de los mayores errores de mi vida, por dos motivos clave: El y yo.
En esa semana, los días pasaban y seguía despertándome con un fuerte peso que me comprimía el estomago, después, el resto del día lo pasaba con la mirada perdida y pensativa. Pensando en el daño que le podía haber hecho a esa persona, sintiéndome fatal. No sabía cómo perdonármelo, no tenía la menor idea de cómo pasar página y avanzar sin desquiciarme. Durante el día no me concentraba en nada, no había forma de sacarme una simple sonrisa sincera y lo peor era las preguntas de la gente, del tipo ¿Estás bien?, ¿Qué te pasa? No sabía que responder porque no podía explicar cómo me sentía.

Por las noches, me resultaba muy difícil conciliar el sueño y cuando por fin lo hacía me despertaba. Solía despertarme mucho antes de que amaneciera el día con un nudo en la garganta pero sin tener fuerzas ni lagrimas. Fueron unas semanas muy duras. Y reconozco tener un único consuelo: los abrazos sinceros y cariñosos de mi hermana y su total e incondicional compresión. Veía que ella era capaz de perdonar mis errores sabiéndolo todo y eso me hacía no sentirme una persona sin sentimientos. Mi hermana es la única persona que ha estado a mi lado siempre. La quiero demasiado aunque no soy capaz de decírselo siempre. Muchas veces me he sentido sola pero siempre ha estado ella pendiente de todos mis gestos y ha sabido hacerme reír mientras lloraba. Mi hermana probablemente sea una de las personas más valientes que conozco, su vida nunca ha sido fácil, pero siempre ha sabido seguir hacia delante. Sé que ha sufrido mucho y sé que muchas veces no he sabido consolarla ni estar a su lado y eso es algo con lo que tengo que vivir día a día. Ella ni siquiera sabe todo esto. Uno de mis mayores deseos, antes que los míos propios, es que que mi hermana sea completamente feliz, que llore tanto como ha llorado siempre pero que en esta ocasión sea de felicidad.

El sábado 10 de abril empecé a salir de ese laberinto sin salida llamado dolor en el cual me había metido conscientemente.
La pregunta clave es ¿Cómo sales de un laberinto sin salida? Probé a inventar mi propia salida y parece que a veces si lo deseas con muchas fuerzas, puede salir bien.

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